El poder de las palabras hace que los hechos se transformen y se conviertan, ellos mismos, en aquello que expresamos.
De esta manera se puede utilizar el lenguaje como una eficaz herramienta para revalorizar, darle nuevo sentido y crear un concepto diferente para generar cambios.
Muchas veces las frases pronunciadas suenan como sentencias que alertan sobre la imposibilidad de superar ciertas situaciones, es frecuente escuchar a personas mayores decir que ellos"ya" no pueden hacer ciertas cosas, el fonema "ya" está indicando claramente que desde ahora en adelante, o nunca más, podrán lograr ciertas cosas, por ejemplo "...ya no puedo hacer gimnasia", quizás si lo transformamos en "por ahora" no puedo hacer gimnasia, queda claro que luego sí podré, no importa cuando, seguramente alguna forma de gimnasia lograré practicar y así nos abrimos a la posibilidad futura, en lugar de encerrarnos en la incapacidad.
Otras personas parecen expresar dictámenes que los definen sin posibilidad de flexibilidad, tal es el caso de quienes se auto limitan diciendo -yo soy débil- como una inamovible sentencia. Sin embargo se puede expresar- "a veces actúo con debilidad", y seguramente es así, al igual que todos los seres humanos, pero nadie es un comportamiento, a veces poseemos esa manera de comportarnos, pero no siempre, también somos capaces de desarrollar otras formas de actuar, dependiendo de las circunstancias.
Quitar las etiquetas, ampliar el vocabulario, disfrutar de la magia, la variedad y el espectro de posibilidades que nos ofrece el lenguaje, aprovechar su riqueza para poder agraciar nuestro diario vivir, acrcentar las posibilidades, medrando nuestra propia vida, es la consigna.
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