Cuántas veces sentimos el temor a sorprendernos, a estar distraídos y perdernos de algo...
¿Será el instinto básico y remoto de conservación el que nos lleva a temer el efecto sorpresa?
Otras veces, en cambio, utilizamos a nuestro favor el conocimiento, para sorprender a los demás. La superioridad que nos brinda el estar enterados a tiempo, pareciera recordar a los estrategas de la guerra, queriendo sorprender al enemigo.
La verdad es que en la vida diaria no nos movemos entre estrategas ni enemigos, a lo sumo pequeñas e inocentes batallas por efímeros éxitos.
¿Será el ego el que nos hace temer ser pillados por el toro?
En este mundo moderno, sobre informado, donde la comunicación confunde más de lo que aclara, suele ocurrir que no sepamos lo esencial, lo realmente importante, pero estemos al loro de todo lo que suena, precisamente para evitar que nos pille el toro.
Seleccionar lo importante, lo valedero, aquello que implica aprendizaje quizás sea el modo más seguro de evitar la temida cornada. Sobrevolar las urgencias, los intereses espurios y conectarnos con lo esencial.
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