martes, 15 de julio de 2014

No era mi intención...

Esta frase suele acompañarse de una expresión compungida, una propuesta de disculpa o un gesto de sorpresa.
Generalmente la decimos en aquellas situaciones en las cuales recibimos una reclamación, un reproche velado o alguna expresión que demanda nuestra remisión.


Somos seres intencionales siempre, aunque a veces no somos conscientes de cuál es nuestra verdadera intención.
El reconocer con claridad el propósito  que está detrás de la acción es asumir qué nos influye o inspira nuestro accionar. Es positivo y alentador el conocer la verdadera razón, aquella motivación intrínseca, profunda, la más recóndita que moviliza nuestras acciones. Aceptarnos conociendo nuestra interioridad y actuar en consecuencia es nuestro derecho.

Ahora bien, no perdamos de vista el lado oscuro que a veces también motiva nuestros actos, no aprovechemos el conocimiento de nuestro interior poco simpático, para hacerle el juego. Cuando nos damos cuenta que es verdad que deseamos obtener una ventaja ilícita, que preferimos disimular, que no se note, lo peligroso de este conocimiento es caer en la manipulación, manejar situaciones o personas para obtener un beneficio oculto, simulando bondad o desinterés eso es manipular.
¿Te reconoces manipulando para obtener beneficios non sanctos?
¿Qué arma utilizas más frecuentemente para ello?



1 comentario:

  1. Me reconozco manipulando. Mi arma es la palabra, el juego con los sentimientos del otro y sobre todo teatralizar mis sentimientos, mis expresiones.

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