domingo, 21 de octubre de 2012

Mar de fueguitos


..."Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al cielo. A la vuelta, contó. Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos. El mundo es eso- reveló-. Un montón de gente. Un mar de fueguitos.

Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fueguitos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende..."
Eduardo Galeano, El libro de los abrazos
Que no se apague el fuego

Por ser uno de aquellos fuegos que encienden todo alrededor daría mi reino. Poder transmitir la pasión, el entusiasmo, las convicciones, la energía de vivir, es un don maravilloso que genera cambios, es retador, lleva implícito el combustible indispensable para mantener la llama encendida.

Dejar que el fuego se apague es como renunciar a la vida misma, mantenerlo depende de cada uno, ese fueguito que somos, único, valioso, diferente al resto de los que  forman el mar, necesita ser alimentado desde el corazón. Allí es donde anida nuestra fe, nuestra posibilidad y la fuerza interior.
Conocernos profundamente, aceptarnos y amarnos con nuestras virtudes y defectos, es el germen de nuestra evolución. Brillemos con luz propia entonces a través del avance en nuestro propio liderazgo interior. Ser líder de uno mismo es el secreto, que nuestra vida esté motivada por nosotros mismos y el fuego arderá intensamente, contagiando luz, calor y fuerza.


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