Frase mágica que nos lleva al mundo de la fantasía y la curiosidad.
Vamos a leer cuentos, que de eso se trata, hay de todo tipo, chinos, sufíes, hindúes y...tantos más.
Del libro de Alejandro Jodorowsky "La sabiduría de los cuentos", comenzaremos hoy por ver un cuento chino llamado: "La olla milagrosa", que dice así:
"Un campesino encontró una olla enorme. La llevó a su casa encantado de su hallazgo. Puesta aquella en un rincón de la cocina, una cebolla cayó accidentalmente en su interior. El campesino se inclinó para cogerla, con los pies que apenas si tocaban el suelo. Tan pronto como la hubo recuperado, cuál no fue su sorpresa al descubrir una cebolla idéntica en el sitio de la primera. La retiró y, al punto, apareció una tercera. Comprendiendo que la gran olla reproducía lo que se encontrara en su interior, el buen hombre se puso a dar gritos y a bailar de alegría.
El campesino arrojó un puñado de monedas de oro en su interior. Las monedas se reprodujeron, tal como cabía prever y el hombre se puso a multiplicarlas con avidez.
Más tarde, su padre le encontró amasando una montaña de monedas de oro. El anciano se acercó maravillado a la olla y se unió a su hijo para extraer nuevas monedas. Llevado por su entusiasmo perdió pie y cayó en el fondo del recipiente.
- ¡Hijo mío, sácame de aquí!- exclamó el desdichado hombre
-¡Sí padre! ¡Ahora mismo!- Respondió el hijo tendiéndole un brazo para ayudarlo a salir. Sacó al anciano fuera de la olla, pero apenas hubo puesto este los pies en el suelo cuando del fondo de la marmita, grita una vos:
-¡Hijo mío! ¡Sácame de aquí!
El hijo se apresuró a sacar al padre por segunda vez, pero de nuevo se repitió la escena.
-¡Hijo mío! ¡Sácame de aquí!
El joven comprendió que debería pasar el resto de su vida sacando a su padre de la olla, al menos que decidiera dejar de hacerlo, aún temiendo de ofender a su padre por su falta de respeto.
Esta bella historia nos lleva a reflexionar sobre nuestra manera de enfocar los problemas.
Cuando dejamos que los mismos se repitan, que vuelvan a complicarnos la vida o hacernos sufrir, sin temor a fallarle a los demás debemos decir:-¡Basta ya!
A veces son nuestros propios padres los que vuelven a pedirnos ayuda o perdón, para que al sacarlos de la olla, vuelvan a repetir sus acciones.
En otras ocasiones son amores que no nos dejan ser felices, parece que cuando decidimos dejarlos, ellos vuelven con promesas y volvemos a comenzar, a transitar nuevamente el camino del sufrimiento, como si una olla milagrosa, nos reprodujera los comportamientos.
Es necesario sacrificar algo para acabar con la repetición infinita. Hasta que no nos atrevemos a decir-¡Alto! ¡Basta ya! seremos sus eternos prisioneros. Hay que tomar la decisión.
Tener el valor de sufrir una sola vez e impedir que otros se beneficien de nuestra debilidad es el reto.